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domingo, 28 de noviembre de 2010

JUEVES 1 DE ENERO 1959

VILLACLARA
JUEVES 1 DE ENERO 1959
SE RINDE EL ESCUADRÓN 31 de la G.R. Y EL REGIMIENTO No. 3





Ese día de Año Nuevo, fueron cayendo todas las posiciones del gobierno. El Escuadrón 31 después de aproximadamente 94 horas de combate, cedió ante las tropas del Comando Ramón Pando Ferrer del Directorio Revolucionario 13 de Marzo, la Audiencia también lo hizo, le siguió el grupo de francotiradores atrincherados en los altos del Gran Hotel, "cinco chivatos, tres miembros del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) y cuatro policías".

Casi no les quedaba parque y las granadas que lanzaban desde allí no explotaban. Ya ardía una habitación cercana cuando decidieron entregarse. Solo les quedaba elegir entre una u otra manera de morir,

Cabe recordar que en ese enclave estaban concentradas las armas, aproximadamente 1 300 efectivos militares, comunicaciones con el Estado Mayor General en La Habana y La máxima autoridad de esas tropas —en esos momentos, el coronel Cándido Hernández, que se encontraba en sustitución de Joaquín Casillas.

Se había recibido temprano el radiograma con la orden de cese al fuego y a las operaciones. A las siete de la mañana, un vehículo con banderola blanca se dirigió a ciudad; conducía una comisión del Regimiento No. 3 Leoncio Vidal. Al frente del grupo estaba el comandante Enrique Díaz Guzmán, y la integraban, además, el capitán médico de la policía, doctor Padilla, y el primer teniente del ejército José Velazquez. Arribaron a las oficinas de la Cruz Roja en la calle Luis Estévez entre San Mateo y San Vicente, y el comandante Díaz solicitó de su jefe local, el profesor Eduardo R. Ocaña, que lo pusieran en contacto con el comandante rebelde Che Guevara para negociar la rendición del campamento.

El profesor Ocaña fue en busca del Che, quien prefirió que la entrevista se celebrara en las propias oficinas de la Cruz Roja.

-Hacen bien en parlamentar la rendición ahora -les dijo el Che-, porque dentro; de un rato será la tropa la que los negociará a todos ustedes, los oficiales, Enviaré al Regimiento a un delegado mío con las condiciones de paz

El Che ordenó al teniente Hugo del Río y a los doctores Núñez Jiménez y Rodríguez de la Vega que establecieran contacto con la jefatura enemiga y les propusieran un armisticio que vencería a las 12:15 horas. Después de ese plazo la única opción aceptable sería la rendición incondicional. En un auto patrullero de la policía que ocuparon, se dirigieron al Regimiento No. 3 Leoncio Vidal. Por la ventanilla del vehículo mostraban una funda blanca a modo de bandera, atada a un fusil M-l. utilizando la microonda radial del patrullero, el teniente Del Río iba explicando a las unidades del ejército la naturaleza de su misión.

Un capitán del ejército condujo a los oficiales rebeldes a pie hasta la jefatura enemiga. Allí los esperaba el coronel Cándido Hernández, con una pierna enyesada sobre un banquito, el coronel Cornelio Rojas, y otros oficiales batistianos. Hernández quería un alto al fuego ilimitado. Núñez le respondió que el Che exigía la rendición incondicional. Hernández tenía dos impedimentos para aceptar esa exigencia: debía consultar a sus oficiales, y estaba obedeciendo órdenes del Estado Mayor Conjunto del Ejército.

-Ustedes están totalmente cercados -les aclaró el capitán Núñez Jiménez-, tenemos en nuestras manos la ciudad y el pueblo nos apoya. En Oriente el ejército ha sido derrotado, eI país entero está en rebelión. Prolongar la lucha en estas circunstancias es un crimen. No debe derramarse más sangre entre cubanos.

Las conversaciones se desarrollaron en el Regimiento No. 3 y posteriormente una comisión de oficiales batistianos se trasladó a la Comandancia del Che en Obras Públicas.
El Che, además, advirtió al oficial batistiano de las posibilidades de intervención militar por parte del gobierno de Estados Unidos, y la actitud de los batistianos favorecería al invasor haciéndolos reos de alta traición a Cuba.

Cuando el Che mencionó la contingencia de intervención norteamericana y las consecuencias que podría traerle al país, el comandante Fernández, percibiendo la gravedad que representaba el asunto, pidió reunirse nuevamente con el coronel Cándido Hernández y lo alertó sobre la eventualidad de que el conflicto podría rebasar los intereses nacionales si Estados Unidos se involucraba.

Además, ya no existía el gobierno, Batista no estaba. No tenían nada que defender y el concepto de lealtad al juramento militar quedaba en tierra de nadie.

Lo cierto es que se consumó la rendición.

El coronel Casillas Lumpuy conociendo lo que le esperaba trató de huir disfrazado de campesino, pero fue capturado, al igual que el teniente coronel Cecilio Fernández Suero, por una patrulla de las fuerzas del Comandante Víctor Bordón cerca del central Washington de Manacas, en el límite entre Las Villas y Matanzas.

En el amanecer del primero de enero, mientras el pueblo dominicano festejaba el triunfo, y el tirano Batista había huido hacia República Dominicana, se aparece Nildo García Triana con once detenidos, entre los que venía vestido de guayabera el sanguinario coronel Casillas Lumpuy, jefe del Regimiento de Las Villas, el teniente coronel Cecilio Fernández Suero, jefe militar de Matanzas y otros nueve esbirros más.

En uno de mis viajes a Santa Clara el Che me comunica que Casillas quiere salir para La Habana por lo que estuviera muy atento. También por un oficial que venía en el convoy supe que el esbirro venía vestido de civil. Di la orden de capturarlo vivo, pues la justicia revolucionaria se encargaría de lo demás. Sabía que el pueblo se iba a enardecer cuando lo viera porque era muy odiado en esa zona, donde había cometido muchos crímenes.

Y así fue, tuvimos que controlar a la muchedumbre, que quería lincharlo. Lo metimos provisionalmente en una casilla de ferrocarril con la orden de no tocarlo. Lo interrogué y me dijo que iba para La Habana a resolver el problema del país, a formar una Junta Militar, para que cesara todo derramamiento de sangre.

Entonces le contesté: Coño, que mal ejemplo eres para eso, ¿o ya se te olvidó que tú fuiste el que asesinaste a Jesús Menéndez por la espalda? ¡Tú lo que eres un esbirro!

Me preguntó con los ojos desorbitados. ¿Dónde me llevas? Y le respondí: A Santa Clara, a entregarte al Che. Yo creo que cuando le menté al Che se cagó.

Él sabía que el Che era comunista y no le iba a perdonar lo que le había hecho a Menéndez. Fue ahí cuando me dijo: ¿Por qué no me entregas mejor a Camilo? Y yo dije para mis adentros: Bueno, con Camilo te va a ir igual o...

Víctor Bordón condujo hasta Santa Clara, para entregarle a la justicia revolucionaria a aquel sanguinario y vil traicionero que le había disparado por la espalda en la terminal de Manzanillo a Jesús Menéndez, el General de las Cañas. El esbirro, ya en la ciudad y desde arriba de un camión, se lanzó sobre un combatiente para desarmarlo y este lo fulminó con un disparo.

La sentencia más poética sobre este ajusticiamiento la dio el General de Ejército y ministro de las FAR, Raúl Castro Ruz, cuando expresó en el aniversario 50 del asesinato de Jesús:

"Joaquín Casillas había sido apresado por las tropas de Víctor Bordón, un obrero azucarero, pero esta vez con un uniforme verde olivo y convertido en comandante del Ejército Rebelde."

Otro notorio asesino, el coronel Cornelio Rojas, sobre vivió a la toma de la estación de policía de Santa Clara, que comandaba, y corrió hacia el Regimiento No. 3, pensando que la fortaleza podría resultar un buen refugio.

Huyó de allí cuando la ciudad se rindió a los rebeldes.

Fue apresado mientras buscaba desesperadamente una salida por mar.

En un alarde de valentía dirigió el pelotón de fusilamiento y murió gritando: "¡Cuiden la Revolución!" Las fotos de ese instante recorrieron el mundo.

Había finalizado la campaña y la guerra. Cuba era libre.


El Comandante en Jefe Fidel Castro valoró la hazaña con las palabras siguientes:

“Che era un maestro de la guerra, Che era un artista de la lucha guerrillera (…) lo demostró en su fulminante campaña en Las Villas; y lo demostró, sobre todo, en su audaz ataque a la ciudad de Santa Clara, penetrando con una columna de apenas 300 hombres en una ciudad defendida por tanques, artillería y miles de soldados de infantería”.


GRUPO DE HISTORIA DE LA LUCHA REVOLUCIONARIA EN SANTA CLARA (ACRC)

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