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martes, 26 de abril de 2011

El incendio de los almacenes del Tinguaro

Colón 26 de Mayo 1957




Lo que publicó Bohemia sobre el sabotaje a los Almacenes del Central Tinguaro (1)

A las 2:30 de la tarde, una columna de llamas rompió la quietud dominical en el central Tinguaro, en Perico, provincia de Matanzas. El almacén número uno, junto a un tanque de miel, estaba ardiendo.

El fuego avanzó hacia las naves colindantes donde se depositaban alrededor de 150 mil sacos de azúcar. La cubierta de papel de los sacos, singularmente inflamable, sirvió de combustible para alimentar la conflagración. A medida que el siniestro acrecía su volumen iban afluyendo refuerzos de auxilio procedentes de las ciudades inmediatas y aún de lugares distantes como Santa Clara, central España y Cíenfuegos.

El Tinguaro ardió durante catorce horas. Quedaron destruidos los almacenes, centrífugas, el laboratorio, el piso de azúcar, tres casillas de ferrocarril y otras dependencias menores.

El estimado inicial de las pérdidas excedía de los cuatro millones. La magnitud de la continuada ola de sabotajes no se valoraba únicamente en términos de pesos y centavos; había que considerarla también en relación con las cantidades de azúcar consumido por el fuego.

Las empresas de seguros no podían sustituir las toneladas del producto convertido en humo. El incendio del Tinguaro ocurría a poco del desastre del Resolución. Antes habían sido los almacenes del San Ramón, en Mariel.


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Relato de Caridad Díaz Suárez (Nenita o Chilica) de su libro inédito "Los días claros"(2)


Desde que llegué a Colón al suspenderse las clases en la Universidad Central por la huelga general estudiantil, le di la mayor importancia al frente de acción y sabotaje, que era el más riesgoso, pero que lograba movilizar la opinión pública, que sentía los efectos de nuestra actividad.

Ya habíamos logrado organizar en la región de Colón un buen grupo de trabajo, así como en toda la región. Yo seguía como Coordinadora y jefe de acción y sabotaje, Mayito Herrera en propaganda y Robertico Galbraight se había convertido en mi brazo derecho, sobre todo para acción y sabotaje. Gustavito Hernández estaba al cargo de las finanzas del Movimiento.

Teníamos un buen grupito de acción y sabotaje: Había una tropita pequeña que trabajaba directamente conmigo: el Chino Capote, José Ramón Zulueta que luego sería Omar, Gilberto Espiñeira, (Joe Gilbert), y otros.

Para mayo había planificado con el Gacho y otro compañero de Perico el incendio del Central Tinguaro, pues habíamos recibido el Manifiesto de la Sierra que entre sus tareas planteaba:

"1.- Intensificar la quema de caña en toda la zona azucarera, para privar a la tiranía de los ingresos con que paga a los soldados.

Y cuando se acabe la caña, quemaremos el azúcar en los almacenes de los centrales y en los muelles de embarque.

Frente a la consigna de que "sin azúcar no hay país", enarbolaremos una consigna mucho más decorosa "sin libertad no hay país".

2.- Sabotaje general de todos los servicios y de todas las vías de comunicación y transporte.

3.- Ejecución sumaria y directa de los esbirros que torturan y asesinan a los revoluciónanos, de los políticos del régimen que con su empecinamiento y terquedad han llevado al país a esta situación y de todo aquel que obstaculice la culminación del Movimiento Revolucionario.

4.- Organización de la resistencia cívica.

5.- Intensificación de la campaña económica para atender a los gastos crecientes del Movimiento.

6.- La Huelga General Revolucionaria como punto culminante y final de la lucha."

El documento también conocido como Manifiesto de la Sierra, expuso, desde el punto de vista político, que la línea de la lucha armada era la única vía correcta para derrotar a Batista y constituyó el primero de su tipo en la Sierra Maestra. Su rápida divulgación no fue casual, estaba dada por el papel significativo que la propaganda desempeñó, durante el primer tercio de 1 957 dentro de la actividad más urgente.


Ellos estaban muy entusiasmados porque sabían que era un hecho muy importante e iban mucho a mi casa. El sabotaje se haría con las pelotitas de ping pong, colocadas por sus manos conocedoras en puntos importantes de los almacenes y del Central, y posteriormente otro grupito: Joe Gilbert al timón del carro de Plíneo y el Chino y yo colocaríamos una bomba reloj que tenía 6 cartuchos de dinamita, en el registro del Acueducto de Colón, para impedir que los bomberos del pueblo fueran a apagar el incendio del Central.

Era el 26 de mayo de 1957. Estábamos sentados en la sala cuando llegó mi papá como a las cinco de la tarde de lo más agitado y dijo que había un incendio en el Central Tinguaro.


La explosión de la bomba de tiempo al prepararla
Al poco rato ya el Chino se encontraba manipulando la bomba. Estábamos sentados en la sala; él y yo en el sofá, uno al lado del otro, y Robertico en una butaca frente a nosotros.

El Chino va a poner el reloj del artefacto en hora, lo tiene en sus manos y quiere hacer un chiste.

Dice:....¡Oigan, si ahora esto coge y hace.....!!!!! Y en ese preciso momento explota la bomba.

Fue una detonación muy grande. De pronto todo se llenó de un humo espeso y oscuro. Menos mal que sólo un par de cartuchos de la dinamita, estaban en buen estado porque si llegan a explotar los seis creo que se hubiera desplomado el techo.

Los tres nos pusimos de pie. De las manos del Chino manaba la sangre, y yo tenía los ojos con una boronilla que apenas me permitía ver.

Después de la explosión, recuerda que el Chino le dijo: -No me lleves para el Hospital, llévame para la Clínica. Recuerda que el Chino sangraba de la mano y del pecho.

En aquellos momentos pasaba por allí un carro que se detuvo y subieron al Chino. Papi les dijo que lo llevaran para la Clínica y él fue detrás de ellos en el suyo. En la clínica enseguida los mandaron a pasar y lo dejaron en una camilla. Allí estaba el Dr. Oscar Fernández Mel, y el Dr. Lantigua, quienes mandaron que lo trasladaran al salón de operaciones. Gonzalo, el anestesista, empezó a maniobrar valientemente para anestesiar con rapidez al Chino, cuando llega el Teniente López con su gente e irrumpen violentamente en el salón y exigen llevárselo. Gonzalo le puso la máscara de anestesia al Chino y le dice a López: -Cómo que se lo va a llevar, si ya está medio muerto…

Desde luego que les pelearon a los guardias por haber penetrado en el salón, pero ellos creyendo al Chino medio muerto se fueron y lo dejaron allí. Lo tuvieron anestesiado todo el tiempo que pudieron, pero no permitieron que se lo llevaran.

Mientras, suturaron los dedos del Chino, de los que había perdido en la mano izquierda, falanges de tres de ellos. La falange del índice se la pudieron coser y le quedó con dificultad para los movimientos. De la mano derecha perdió una falange del dedo índice.

Cuando mi papá se iba empezó a llegar gente a la clínica para enterarse de lo que pasaba. Algunos le preguntaban qué había sucedido. Papi se apuró para irse antes de que llegara la policía y quería virar para la casa porque quería saber de su familia.


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En la parte de atrás de la casa estaban viendo televisión mis padres con Leoncio Sotolongo, y mis tres hermanos.

Mis padres, que sí sabían de nuestras actividades, corrieron para la sala. En el pasillo de la casa nos encontramos porque nosotros habíamos salido corriendo para atrás, y ellos para la casa, porque ésta se comunicaba con la fábrica de mi papá por el patio, que para allá íbamos. Mi mamá como para protegerme me puso detrás de un tanque de la fábrica, la pobre, y me dice: - Quédate quietecita-, y fue a buscar un dinero que yo le dije tenía en el cofre en mi closet. (Seis pesos).

Yo me quejaba de que los ojos me ardían mucho. Le dije a Robertico que se fuera, pero él no quería. Mi mamá le insistía, hasta que le dije que era una orden y entonces se fue por el portón de la fábrica. Después que él salió me fui yo.

Mamy me acompañó hasta la puerta principal de la fábrica. Gracias a esta puerta pude escapar sin que me vieran y Robertico también, por el portón del patio. En mi huida me crucé con un policía que iba corriendo para mi casa. No me reconoció, además, yo iba caminando despacio.

Ahora dejo que mi propia madre, que vivió la tragedia, la cuente:


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“Cuando ustedes se fueron yo regresé a la casa con los niños. Tu padre regresó de la Clínica como a las doce desde donde dejaron al Chino. Tú tenías una pistola 25, yo me la metí en el seno, el revólver de Eloy lo metí debajo del escaparate, y puse allí también una soga que no sé de qué era."

"Antes de la media hora de irse ustedes ya estaba la policía en la casa, y cerraron la cuadra. Cuando llegó la policía me preguntaban por mi hija, que dónde estaba esa puta, que dónde estaba mi marido. Los niños no paraban de llorar. "Se llevaron el tocadiscos., tus tres álbumes de fotografías, y registraron toda la casa. Yo metí tu pistolita en la parte de abajo del calentador. Se llevaron todos los cuadros con los Decálogos de Máximo Gómez, algunos materiales explosivos, pelotitas de ping pong, unos polvos y unos tubitos de Calcibronat, que ustedes usaban para la dinamita. "Decían horrores, nada más que palabrotas. "Estábamos en la saleta el Capitán Jiménez de la policía y el Teniente López, de la guardia rural y haciéndome preguntas y más preguntas, y los muchachos al lado mío llorando. La puerta de la calle estaba abierta y toda la casa iluminada. Nadie se asomó.

"De pronto como a las nueve entra el Gallego. El cerco lo había dejado pasar, fue una trampa. Entra y pregunta por ti. Dice:

-" ¿Que es lo que pasa aquí? "

"En el portal había varios policías y guardias que lo habían dejado pasar. "

-" ¡Que es lo que pasa cabrón! "

"Y le meten el primer piñazo. En el segundo que le tiran me dan a mí porque me metí por el medio. Se lo llevaron, y yo me fui para el cuarto con los niños, que seguían llorando. Fuimos para el cuarto y fueron allí a preguntarme por ti y por tu padre."

"Me dijeron: - ¡Qué clase de mujer tú eres que ningún vecino ha venido a ocuparse de tus hijos, y mira, si a las dos no ha venido nadie se quedan solos aquí porque tú te vas con nosotros. "

"Entonces fue que Chiquitica, la esposa de Berto el maestro dulcero de la Fábrica, vino como a las 12 de la noche y empezó a llorar y a hacerse la loca, y pidiendo que la dejaran entrar, y entonces le mandé un recado a tu tío Marcelino para que viniera a buscar a los niños, y ella me dijo bajito que Enrique tu hermano había ido para allá. Chiquitica estuvo allí hasta que me llevaron detenida, nunca se lo agradeceré lo suficiente. Mi cuñado Marcelino vino a buscar a mis hijos pequeños."

"Como a las 12 de la noche llegaron con Eloy a la casa. Llegó con la cara llena de sangre, y no lo vi más hasta el día siguiente en el Cuartel. "

Cuando mi papá salía de la Clínica llegó la policía. El capitán Jiménez dijo a verlo: -Se acabaron las bombas en Colón, mira quién está aquí. Llévenlo para la Jefatura. Los guardias no le dijeron ni una palabra por el camino. Lo encerraron en una celda en la Jefatura, y regresaron para la Clínica, donde detuvieron a Pelayito y a Héctor de Armas, que estaba enfermo. El había combatido en el Moncada y estaba bastante alarmado.

Después el capitán Jiménez mandó a buscar a mi papá con dos guardias, y lo llevaron para la casa. Lo entraron por la portada del patio y allí mismo estaban el capitán Jiménez y el Comandante Pérez Díaz. Cuando se baja estaban también Suárez Suqué, y le dicen: - ¡Ya llegó el vende patrias, el comunista éste! Jiménez le fue para arriba y le da una trompada por la nuca, él le respondió con un piñazo y caen abracados.

Empezaron a darle vergajazos a mi papá, pero como estaban abracados le daban sin querer a Jiménez también y él gritaba. -¡Así no coño! Papi no lo soltaba, le pegó a él también. Un soldado trataba de pegarle con un revólver hasta que le dio por la cabeza y lo aturdió, perdió el equilibrio y fue a dar al piso, donde le daban golpes bajos, y otros decían: -¡Denle por los huevos, denle por los huevos! El se protegía con las manos, así que se las desbarataron a golpes.

A cada golpe mi papá respondía con -¡¡¡Humm!!!, y les decía ¡-Me cago en tu madre-! Entonces le pegaban con más fuerza. Después de golpearlo mucho le tiraron agua y lo mandaron a levantarse del piso, lo cual apenas pudo hacer. Lo entraron por el fondo de la casa y lo sacaron por la puerta de la calle. Entonces fue cuando mi madre y mis hermanitos lo vieron pasar sangrando.

Cuando se subió en el jeep se montaron con él Jiménez, Pérez Díaz y el teniente del Ejército. Iba otro carro atrás con soldados. Lo llevaron para el cuartel. Allí se bajó Pérez Díaz. El teniente no se quiso bajar, dijo: -Bueno, Capitán, usted sabe que este es un asunto mío, éste no puede pisar el cuartel, yo me lo llevo conmigo.

Entonces Pérez Díaz dijo: -Aquí yo soy quien manda y hay que cumplir mis órdenes. Bájenlo aquí ahora mismo. No les quedó más remedio que bajarlo. Pérez Díaz le acababa de salvar la vida. Mandó a unos soldados a que lo encerraran en una celda. Pidió agua y se la negaron. Tuvo que tomar agua del tanque del inodoro. Se tiró en el piso porque se sentía desvanecer. Como una hora después llegó un hombre que insistía en llevárselo y fueron a su celda y le dice: -Oye, habla todo lo que sabes porque no vas a ver más la luz del día.

En esos momentos llegan con el Gallego. Papi lo había visto por la ventana cuando empezaron a pegarle y después lo metieron en la celda con él. Le preguntaban insistentemente que quiénes más estaban en la casa y él le decía que no había visto a nadie.

Entonces entran al Gallego en la celda, iba muy golpeado. Entró Suqué con varios soldados, entonces empezaron a interrogarlo, a preguntarle que hacía allí. Les decían improperios: -Vende patrias, comunistas, a ustedes hay que matarlos porque si no ustedes nos van a matar a nosotros.

Le dieron una trompada al Gallego y él se la devolvió. Entonces le cayeron encima dos guardias y cayó al piso. Mi papá estaba tendido en el suelo, casi inconsciente, y no se podía mover.

Se fueron los guardias y discutían en voz alta si los mataban a los dos o no. Pérez Díaz insistió en que él era quien mandaba y no se iba a matar a nadie. Mi papá estuvo tirado en el piso, inconsciente. Las cucarachas le caminaban por el rostro y él no podía hacer nada, ni siquiera para quitárselas de la boca. Y Gallego, que estaba golpeado también pero no tanto como él, se las quitaba.

Entonces se identifican los dos, porque no se conocían. El Gallego le cuenta a mi papá que dos de nuestros compañeros habían muerto al atardecer en Santa Clara por la explosión de otra bomba reloj, que fueron Julio Pino Machado y Chiqui Gómez Lubián. El no quería que los guardias se enteraran de lo de Santa Clara porque lo podían involucrar en aquello también.

Así estuvieron toda la noche; no les dieron ni comida ni agua hasta al otro día a las once de la noche.


Al día siguiente los llevaron para la Jefatura de Matanzas con el Gallego y mi mamá. Iban en una jaula abierta, como vulgares delincuentes comunes. Ellos iban parados y mi mamá delante con otros guardias.

En Matanzas los metieron en la Jefatura de policía. A mi mamá la situaron frente a ellos en otra celda, que tenía baño. Llegaron a Matanzas como a las dos de la mañana. Ahora dejo que mi papá sea quien cuente con sus palabras lo que ahí sucede.



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“-Ahí sí fue del caray. Me llaman a mí para la oficina y me interroga primero Salas Cañizares, y empieza a presionarme. Me dice que cómo yo que era el jefe de la casa no iba a saber qué pasaba allí. -Habla por tu bien, que si tú no hablas tu vida está en peligro."
"Los que estaban con él me insultaban. El eléctrico, aquel torturador, Ignacio Pérez Martínez, le decía a Salas: -Oiga, déjeme esto a mí que usted verá que él conmigo habla."

"Salas nos miraba. Había muchos policías. En la Jefatura no me pegaron, aunque los policías les pedían que me entregara a ellos. "

"A las dos horas me volvieron a buscar. La gente pensaba que yo no regresaría. Volvieron a interrogarme delante de Salas, y me amenazaban con matarme, pero no me pegaban."

"Me llevaron de nuevo para la galera, donde estuve con Gallego hasta por la noche. A las doce y media de la noche llegó el SIM de La Habana. A la una de la mañana ya yo no podía moverme. El Gallego me ayudaba a levantarme cada vez que me llamaban."

"Llegó un grupo grande de La Habana a interrogarme, me dijeron que yo había estado preso otras veces, me interrogaron mucho. Uno de ellos me dio un golpe en la nuca, pero Salas dijo que si yo sabía algo hablaría sin que me pegaran. Me hicieron un interrogatorio basado en un cuestionario que traían." "Después fue la gente del BRAC y me tuvieron toda la noche en eso, y me tenían loco con tantas preguntas."

"Tenía que dominarme para responder bien. Yo había estado como cinco veces preso por actividades del Partido Socialista Popular, y yo insistía que no. "

"Como a las tres de la mañana me llevaron de nuevo, esta vez con el BRAC. Otro interrogatorio recio, en el que me preguntaban hasta datos familiares, yo les decía: Ustedes creen que yo puedo ser comunista con el negocio que tengo...”

Papi les dio nombres de hombres de negocios con los que él tenía relaciones económicas, para que verificaran sus actividades de este tipo. El insistía en que su vida estaba dedicada a los negocios. Esa era su coartada. Después de todo esto llegó la policía de La Habana. En todos los interrogatorios estuvo presente Salas Cañizares. Estuvo dos noches en la Jefatura.

Cañizares les dijo que lo llevaran para la cárcel y lo llevaron como a las cinco de la tarde con Gallego.

En la cárcel mi papá se agravó a consecuencia de las golpizas.

Pidió un médico y no se lo concedieron. Entonces se hinchó todo y empezaron a darle convulsiones y vómitos, y comenzó a orinar con sangre. Se hinchó mucho, entonces lo llevaron de nuevo para la Estación de Policía en una camilla. Allí lo vio Salas y dijo que lo trasladaran para el Hospital, porque se iba a morir allí.


El 31 de mayo a las 12:40p.m., ingresa mi papá en la Casa de Socorros para curarle lesiones de pronóstico grave. Fue atendido por el Dr. César Núñez y enviado al Hospital Civil de Matanzas. El 2 de junio fue reintegrado a la prisión: “en virtud de que el estado del mismo le permite seguir recibiendo la asistencia médica que necesita en este penal”, según reporta el Director del Hospital, el Dr. Luis Tapia Dávila.

Dejo que papi cuente lo sucedido. -


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”En el Hospital un médico joven me hizo muchas investigaciones. Estuvo una vez allí el Director del Hospital de Matanzas. Allí tenía una guardia permanente de policías. Tuve una buena atención de las enfermeras, pero el que extremó sus cuidados conmigo fue el médico, cuando llegaba por la mañana lo primero que hacía era ir a verme."
" La gente me ayudaba a ir al inodoro. Me dieron muchos medicamentos. A los 4 o 5 días vinieron con la jaula y el Director me dio el alta, pero el médico mío se insultó porque dijo que yo todavía no estaba para alta. Me sacaron del Hospital que no podía caminar, y cuando trataba de subir a la jaula, viendo que no podía me empujaron como a un paquete. Caí en el piso y no me pude levantar para sentarme. Cogimos por la Cumbre dando brincos, yo lo que quería era que acabaran de matarme. Allí iba el Teniente coronel Cecilio Fernández Suero.” “En el Hospital había una señora de una Farmacia que cada vez que podía se me acercaba y me decía que si hacía falta alguna medicina que fueran a su Farmacia y me dio su dirección, que la perdí. Parece que ella avisó que me habían sacado.”

“Me llevaron por un callejón por la Cumbre, y en el momento en que me estaban bajando llegó Salas, que dio un gran frenazo y preguntó qué pasaba. Cecilio Fernández Suero, que iba delante en la perseguidora delante de la mía le dijo. -Ud. Tiene más jerarquía que yo, pero usted sabe que esto es un asunto mío.”


“Salas dijo que no, que yo me iba con él, me metió en su perseguidora y me llevó al Tribunal de urgencia donde hicieron la documentación correspondiente a mi Causa, y así me dieron la entrada oficial a la Cárcel”.


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Así terminó la Odisea de mi papá.

A mi madre la enviaron el 4 de junio al Reclusorio Nacional de Mujeres en Guanajay.

De esta manera mi familia se dispersó en menos de 24 horas: La niña fue para la casa de unos tíos y el niño para la de otros. Enrique fue para Gibara, y yo pasé a hacer vida completamente clandestina. Mi madre presa en Guanajay y su esposo en la Cárcel de Matanzas.

Los dos estuvieron presos hasta el día 25 de octubre de 1957 cuando son absueltos en un Juicio.



Cuando les dieron la libertad mis padres intentaron regresar a su casa, y mi papá quiso hacerse cargo de nuevo de sus negocios, pero las tres veces que lo intentaron recibieron enseguida la visita de la policía y los guardias para exigirles que se fueran inmediatamente.

Tuvieron que alquilar una casa en La Habana, para donde se llevaron a sus niños, y allí continuaron trabajando para la Revolución hasta el triunfo.


El Gallego fue enjuiciado y absuelto junto con mis padres, y después se trasladó para La Habana, donde trabajó con el Movimiento hasta el triunfo.


El Chino fue sancionado a dos años de prisión y a pesar de faltarle las falanges de varios dedos se convirtió en un gran cirujano.



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Fuentes:

(1) Sección en Cuba, pag. 82, Bohemia del 2 de Junio de 1957

(2) Del libro inédito "Los días claros" de Caridad Díaz Suárez, (Nenita, Chilica).

Chino: Armando González Capote

Padre: Eloy González Pellicer

Madre: María Luisa Suárez Bermúdez

Hermano: Enrique González Suárez

Hermana: Esther González Suárez

Hermanito: Ernesto González Suárez

Gallego: Amador del Valle Portilla



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GRUPO DE HISTORIA DE LA LUCHA REVOLUCIONARIA EN SANTA CLARA (ACRC)

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